Vi el cielo brillante inmaculado, Pestañeé una dos tres veces y miré una nube que se movía.. se movía como toda nube que respeta su tarea de nube de moverse alrededor de nosotros, o del mundo, o del espacio... O quizá nosotros alrededor de ella, y ella estática, inmóvil, viéndonos a nosotros pasar.
Pensé en la nube, después en el cielo, y finalmente bajé a la tierra, me senté a mirar pasar la vida, observé el árbol, el pasto verde, los bancos viejos, y un montón de gente girando en una misma dirección.. como el reloj, un reloj acelerado sin pausas, y otro montón de gente en contramano, contra las agujas de ese reloj. Volví a pestañear desesperada, todo estaba pasando en un momento, en otro, y en otro... Y ahí estaba la nube, y yo mirándola fija, se estaba yendo, se iba y mis ojos la perseguían sin poder alcanzarla... Era eso, la vida que con la nube se marchaba, la vida se estaba escapando corriendo de mis manos como la nube de mis ojos... y no me gustaba la idea de que eso sea el tiempo. El tiempo movía a la nube, y con él cada flor blanca que caía del árbol era un minuto que pasaba. No es el tiempo el que vuela, somos nosotros los que volamos en el tiempo, sin saber aprovechar cada momento, dejándolo pasar como si pudiéramos recuperarlo. El tiempo es luz y nosotros somos la tecla, la tecla que prende la luz cuando queremos que empiece a iluminar. Todo lo que vemos es tiempo, el árbol ya no era una rama sino una constelación de ramas y hojas como estrellas que crecían, los bancos viejos eran tiempo, como las marcas en mis manos que van dejando los años, y la nube ya no estaba, había otra nube, otro momento.
Entonces no se trata de poder repetir lo que vivimos sino de aprender a vivirlo concediéndole el valor que el tiempo se merece, creo que sólo se vive una vez, pero si lo vivís de la mejor manera, con esa vez es suficiente.
No quiero dejar que la vida me sobrepase con el tiempo abandonándome y dejándome atrás. El tiempo es fugaz y no podemos detener ese efecto, pero no tenemos que detenernos en él tampoco. Hay momentos del pasado que nos detienen, nos sujetan, nos atan sin dejarnos ver el ahora, y ese ahora es un regalo. No nos dejan disfrutar el presente que se nos va corriendo junto con la nube, la flor y la vida.
Tendríamos que desatarnos del pasado y empezar a caminar con el presente, ni más rápido que él, ni más lento, abrazándolo fuerte para finalmente llegar de la mano con la vida sin dejar nada pendiente, sin dejarlo escapar, encontrando la felicidad en esas pequeñas cosas que es todo aquello que en este instante nos rodea, avanzar junto al instante que ya no está pero hay otro instante más que empieza a comenzar, comenzando y terminando con él.
Chari Ahumada.
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