martes, 16 de noviembre de 2021

Escribir es como vivir

La felicidad íntegra en un presente es una utopía, siempre lo pensé, por más desalentador que suene. Yo me encargué de convertirlo en positivo: ese camino, hacia ella, es mágico, es la vida, y creo que intentando ser feliz en el trayecto, se puede ser feliz de todas formas, por más que ella como "perfecta" y "completa" esté en el horizonte; y como bien dijo Galeano, se aleje a medida que yo me acerco.


Con escribir me pasa algo similar. Es una expresión de aquello que entiendo que pasa en grandes términos. Tengo una idea, un pensamiento, un sentimiento; me muero de ansiedad por pasarlo a palabras. Entonces empiezo a redactar, pero la hoja en blanco me inquieta, me incita a querer terminar, a poder cerrar ese sentimiento, respetando lo más posible cómo se me presentó a mí, esforzándome por no haberme extraviado en palabreríos y perdido en la intención.


Finalmente al texto lo termino. Y de repente, como si nada, aparece un vacío, como si esa búsqueda de perfección al ordenar las palabras hubiera sido un desasosiego que, sin darme cuenta, me generara bienestar; como si esa ansiedad me diera una satisfacción de ese tipo de la que sólo te das cuenta cuando quedó atrás.


También ya lo pensé alguna vez: el hombre feliz es aquel que aprende a disfrutar de los recuerdos habiendo matado la nostalgia. Pero, después, lo entendí bien: el hombre feliz es el que se da cuenta de que es feliz cuando lo está siendo, y no un rato después. Igual, siempre va a ser así: el hombre es un eterno buscador. Y qué bueno que así sea. Yo me aburriría, sino.


Chari Ahumada.







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