No quería volver a escribir sobre el dolor, pensaba no volver a hacerlo.
Hasta creí no volver a sentirlo, después de tantos y tan fuertes dolores emocionales por los que pasé, me sabía fuerte y estaba convencida de que iba a soportar cualquier próxima decepción, después de tantas sacudidas, de tantos atropellos. De caer y levantarme. Sabés? Me caí más veces de las que me levanté, tantas veces no llegaba a pararme de completo y caía otra vez.
Sabés, me asusta mucho tomar decisiones, porque en el momento que las tomo estoy convencida que es lo mejor.. pasa el tiempo y pum, choco con la pared. Y duele el alma, duele mucho.
El dolor a veces nace en el corazón y lo sentís viajar por tu cuerpo a través de las venas. Se esparce despacito, como si de verdad el dolor buscaría causar en vos un “date cuenta” no repitas el error.
“Acá estoy, soy el dolor y vengo a hacerme notar por muchos días para que aprendas”
Todo pasa por algo, así dicen, todo nos enseña algo. Pero pucha, como duele.
Uno supera ese dolor, y dice listo muchachos ya me levanté, me sacudo la ropa y sigo. Das dos, tres, cuatro pasos más y ahí tenés de nuevo: el dolor acercándose. Y ojo, vos no te das cuenta, estás seguro, segurísimo de que ya sos fuerte, de que lo podés todo.
Pero el dolor está ahí, esperando aparecer para enseñarte de nuevo que tenías que pensarlo dos veces, pensarlo mejor.
Desnudaste tu alma frente a los ojos equivocados, ahora sentí el dolor para que la próxima no lo des todo.
Anda de a poco, despacio.
Reflexioná, respirá, sonreí. Equivocate y aprendé. La espina siempre duele pero cada vez un poquito menos, vas a ver.