Chocamos. Tu hombro y el mío se odiaron unos segundos. Nos pedimos perdón falsamente. Levanté la mirada y te vi: con las cejas fruncidas y tus ojos verdes que se detuvieron en los míos. Nos reímos sin saber por qué y no tuvimos más opción que charlar... Y en el fondo, los dos supimos como íbamos a terminar.
Era verano y andábamos buscándonos sin saber en realidad a quien queríamos encontrar. Y nos encontramos. Vos y yo en ese desierto de arena, en esa multitud de gente, en ese mar.
Vos y yo. Casualmente.
Estábamos a tiempo todavía de conocernos un poco más, aunque ese tiempo no nos iba a alcanzar para darnos todos los besos que nos hubieran gustado pero tal vez iban a ser más intensos, más reales, más perfectos.
Teníamos tantas cosas en común como kilómetros de distancia. Era triste pensar que existía un final sin haber todavía un principio.
Pasaban los días y no queríamos, pero no pudimos. No pudimos resistirnos a eso que había en el aire cuando estábamos cerca, a ese aire que compartíamos lleno de ganas.
Nos animamos a querernos como se quieren a esas cosas momentáneas, a esos viajes cortos que sabemos exactamente cuantos días van a durar, y cómo tenemos que disfrutar cada momento.
Nos pasábamos las tardes sentados en la arena, viendo como las olas se iban y volvían. Viendo como cambiaba todo de lugar, cómo lo nuestro cambiaría.
Pasaban los días y no queríamos, pero no pudimos. No pudimos resistirnos a eso que había en el aire cuando estábamos cerca, a ese aire que compartíamos lleno de ganas.
Nos animamos a querernos como se quieren a esas cosas momentáneas, a esos viajes cortos que sabemos exactamente cuantos días van a durar, y cómo tenemos que disfrutar cada momento.
Nos pasábamos las tardes sentados en la arena, viendo como las olas se iban y volvían. Viendo como cambiaba todo de lugar, cómo lo nuestro cambiaría.
Vos no parabas de hablar y yo de disfrutar el sonido de tu voz en conjunto con el sonido del mar. Me enojaba pensar que tenías todo lo que me gustaba y que quizá no iba a verte nunca más. Y así llegó el día en que no seguía un mañana para nosotros dos. Nos abrazamos, y en nuestros pies, podíamos ver cómo el agua espumada que venía se iba.
Y así era este amor: con el mar, se iba.
Tenía ganas de dejar la vida quieta y poder abrazarte un poco más. Nos despedimos, nos besamos, nos quisimos a corto plazo, y mientras nos alejábamos nuestras miradas se perdían en ese espacio con la ilusión de volverse a encontrar.
Fuiste un verano para recordar.
Un amor para no olvidar.
Chari Ahumada.